¿Quién no pasó o no está incluso ahora pasando por un “mal” momento? A primera vista podría definirse así, cuando la experiencia que estamos atravesando no nos gusta o no la elegiríamos (si pudiéramos) Pero en una visión más amplia, mirando la película, toda experiencia es necesaria para nuestro aprendizaje. Sirve para aprender, para descubrir que todo es perfecto, que vinimos a esta experiencia física que llamamos vida –la Vida en realidad es un continuo infinito de energía, que no tiene espacio ni tiempo, dentro del que hacemos pequeñas incursiones en este plano a las que llamamos encarnaciones–l con el propósito de aprender, de evolucionar, de desarrollarnos como infinitos Seres de Luz que somos. Cuando entendemos que vinimos a esta encarnación, a esta experiencia física a evolucionar, a crecer, a aprender en el marco de un plan pedagógico perfecto –en palabras del maestro Gerardo Schmedling– diseñado por el Universo y por nosotros mismos, por nuestro Yo Superior antes de encarnar, donde lo que llamamos problemas o dificultades no son más que las oportunidades que la Vida en su infinita sabiduría nos pone en el camino para poder crecer y evolucionar. Y a partir de ahí se abre la posibilidad de aceptar lo que se nos presenta en la convicción que es lo que necesitamos para aprender y que es perfecto y necesario para nuestro crecimiento; y acá vuelvo a lo mismo, no estoy diciendo que no nos duela lo que nos pasa, que no nos genere tristeza, pero cuando estamos convencidos de que todo lo que ocurre es perfecto y necesario para nuestro desarrollo, se produce en nuestro interior una sensación de paz, que es lo que nos prepara para aprovechar esa lección para nuestro crecimiento. De esta manera capitalizamos la experiencia, por más dolorosa que sea. La otra opción es resistirnos a lo que pasa, en la creencia de que resistiendo estamos diciéndole a la situación que NO la queremos. Sin embargo, de esta manera lo que hacemos es bloquear el flujo de la Vida, ya que no estamos abriendo la puerta al maestro. De modo que la situación va a permanecer. Por eso cuando nos resistimos a lo que es, la sensación interna es de malestar, ya que hay una incongruencia entre lo que el Universo nos da para nuestro aprendizaje y lo que nosotros elegimos tomar. En cambio, al aceptar lo que sucede, la sensación interna es de paz, aunque lo que esté ocurriendo no sea lo que hubiéramos elegido.
En este punto puede que te estés preguntando: ¿y cómo hago para aceptar? Como si fuera tan fácil… Es normal pensar así al principio. Estamos capturados por nuestro ego, el principal perjudicado cuando empezamos nuestro camino evolutivo, y no está dispuesto a soltar tan fácilmente la presa. Es importante aclarar que no se puede aceptar lo que no se comprende. Nuestra mente necesita explicaciones lógicas para comprender, y sólo así puede abrir la puerta a la aceptación. El camino de evolución consiste entonces en aumentar nuestra comprensión, a través de la experiencia, de las leyes que rigen el Universo, para poder ubicar cada suceso, cada situación en el marco de un orden perfecto, con un propósito de Amor.
Tenemos el libre albedrío de elegir si aceptar o resistir, mas sin embargo, las leyes que rigen el Universo hacen cada opción genere un resultado diferente. Y no se nos está permitido desentendernos del resultado de nuestras decisiones. La elección es parte de nuestra libertad, pero cada decisión viene con su correspondiente resultado, que necesitamos asumir. Si capitalizo la experiencia, aprendo; por tanto, la situación, persona o experiencia ya no es necesaria y se modifica, se transmuta. Si la resisto, incluso aunque me aleje de ella, la experiencia se volverá a presentar en forma de otra situación, de otra persona, para tener una vez más la opción de elegir aprender de ella.
¿Te pasó alguna vez que terminaste una relación por determinadas características de la otra persona, y al empezar una nueva relación descubriste en ella las mismas características que resistías de la anterior? Es porque esas características son la que necesitabas para trascender lo que necesitabas trascender, según tu plan evolutivo.
En definitiva, los eventos son neutros. Somos nosotros los que –a través de nuestra interpretación- les atribuimos una carga emotiva. Un mismo evento puede ser una maldición para una persona y una bendición para otra. Pensemos en el ejemplo tan básico de la lluvia. Puede ser una maldición para alguien que quería hacer una actividad al aire libre y una bendición para el agricultor que estaba preocupado por la sequía. Sé que al principio puede ser un desafío familiarizarse con esta mirada, pero te puedo asegurar de acuerdo con mi experiencia que, una vez que se incorpora, es una gran ayuda para quitarle el dramatismo a cualquier situación que se presenta.
Y de todos modos lo que es, ya es. No puedo modificar lo que es. Puedo actuar para modificar esa situación en el futuro, sí; pero nada garantiza que lo que haga vaya a lograr modificarla, ya que somos cocreadores con el Universo. Esto significa que están nuestra intención y acción, pero también existe un plan superior previamente diseñado, incluso con nuestro consentimiento, con las lecciones que vendríamos a aprender. Y si lo que sucede es lo que necesitamos para eso, por más de que luchemos con todas nuestras fuerzas no vamos a ser capaces de modificarlo con acción. Sólo aceptando y buscando dentro nuestro qué es lo que esa situación vino a enseñarnos es como vamos a superarla, ya que va a dejar de ser necesaria al haber cumplido su propósito en nuestra experiencia.
En definitiva, todo lo que nos sucede no es por capricho de la Vida, no es mala suerte, no es obra de la injusticia, nada de eso. TODO LO QUE SUCEDE ES NEUTRO, PERFECTO Y NECESARIO PARA LA LECCIÓN QUE NECESITAMOS APRENDER EN CADA MOMENTO, COMO PARTE DE UN DISEÑO PEDAGÓGICO EVOLUTIVO CON UN PROPÓSITO DE AMOR, QUE IMPLICA VOLVER A LA FUENTE DE LA CUAL PROVINO NUESTRA CONSCIENCIA.
Muchas veces atravesamos tormentas y nos duelen, nos cuestan. Pero la función de la tormenta es que salgamos transformados de ellas. Si no nos sintiéramos incómodos no tendríamos la motivación necesaria para poner nuestra energía en avanzar.
Somos dioses en miniatura, en evolución. Es decir que nuestra Esencia es Divina, aunque en esta experiencia física a la que llamaremos encarnación, nuestra divinidad esté latente. Es como si miráramos la semilla de un árbol: nadie dudaría de que se trata de un árbol en potencia, que es esencialmente un árbol, sólo que en su estado actual necesita atravesar un proceso evolutivo para que el árbol –que ya es– se pueda expresar en plenitud. Asimismo, necesitamos rompernos, hundir nuestras raíces en tierra, afirmarnos en ella, erigir nuestro tallo hacia el Sol, desplegar nuestras ramas para mecernos finalmente al ritmo del viento. Es el proceso evolutivo que nos conduce a desplegar toda nuestra divinidad.