El sufrimiento es la señal que nos indica que estamos resistiendo lo que es. Es lo que nos da la pauta de que hay algo que es, que está sucediendo, y a lo que internamente le estamos diciendo que no, lo estamos rechazando.
Probablemente estén viniendo a tu mente un montón de situaciones en las cuales la mera posibilidad de aceptar lo que ocurre te genere una sensación de alerta. ¿Cómo aceptar una muerte, una enfermedad, un acto de violencia, una injusticia? No estoy diciendo que existe la obligación de aceptarlo; lo que planteo es que, si lo resistimos, la sensación que surge es el sufrimiento. Hay muchísimos ejemplos de personalidades que son luces para la humanidad y cuyo aporte sólo fue posible después de una situación muy desagradable que les tocó experimentar. Aunque en el momento, atravesar situaciones de este tipo naturalmente generen dolor, estoy hablando de algo más. El dolor es inevitable; el sufrimiento es optativo.
El sufrimiento me ancla al recuerdo de lo que pasó, y me hace revivir la experiencia. El cerebro no distingue entre el recuerdo de una experiencia y la vivencia en sí. Se activan los mismos circuitos neuronales sea la situación real o imaginaria, generando en nuestro cuerpo las mismas sensaciones. El ejemplo típico es el del limón. Te invito a cerrar los ojos por un instante e imaginar que tienes un limón en tus manos. Amarillo, grande, brillante. Visualízalo, siente su aroma. Ahora imagina que tomas un cuchillo y lo cortas al medio; puedes ver cómo se escapan algunas gotas del jugo que tiene dentro. No es necesario pedirte que te imagines probando el limón para que tus glándulas salivales hayan empezado a segregar saliva, ésa es la reacción natural del organismo para contrarrestar el ácido del limón. Y sólo ocurrió con imaginarlo. De la misma manera, al repetir en nuestra memoria algún evento, ya sea agradable o desagradable, las sensaciones en el cuerpo, las emociones que se disparan son las mismas. Entonces, cuando más tiempo me quede rumiando una situación que ocurrió, más prolongaré mi sufrimiento. A partir de la aceptación, entendida como la comprensión de que lo que ocurre sucede PARA algo. No POR algo, porque ahí me concentro en las causas y otra vez me voy al pasado donde no tengo acción, sino PARA algo, porque allí se abren las puertas de las oportunidades. De que lo que ocurrió fue lo que era necesario que ocurra para que se despliegue lo que es necesario que venga. Y ahí es cuando me permito fluir con la Vida.
Buscando las motivaciones que nos llevan a resistir lo que es, llegué a la idea de que la resistencia se da en un intento de mostrar nuestro desacuerdo con respecto a ese evento o situación, como que si al aceptarla estuviera reconociendo que estoy de acuerdo con que haya sucedido, mientras que, si la resisto, estoy demostrando que no, intentando con esta actitud decirle al Universo, Dios, Fuerza Superior o como le llamemos, que quiero que deje de pasar lo que está ocurriendo, o que no quiero que vuelva a suceder. Si funcionara de esa manera sería fantástico, pero si la Vida nos puso delante esa experiencia es porque es lo que necesitamos para dar el siguiente paso en la evolución. Y si decimos que no, si nos resistimos, le estamos diciendo a la Vida que no queremos aprender la lección. Y como esa opción no está disponible, la Vida nos va a seguir trayendo experiencias de ese tipo hasta que elijamos aprovecharla para nuestra propia trascendencia.
Entonces, la causa del sufrimiento se ubica en la no aceptación de lo que es. Sufro porque no acepto lo que sucede, porque quiero imponer mi visión de las cosas y que los eventos, personas y circunstancias se adapten a mi forma de ver el mundo. Y como ya vimos que eso no va a pasar, porque lo que sucede es neutro, perfecto y necesario para mi evolución y desarrollo, si resisto lo que es, lo único que puedo obtener es sufrimiento. Y acá no estoy proponiendo que nos sintamos contentos con todo lo que ocurre, porque por supuesto que podemos tener preferencias. Lo que postulo es que en la medida que intente modificar lo que es, que me resista, la consecuencia natural es el sufrimiento.
Ahora que ya profundizamos un poco sobre el sufrimiento, vamos a lo que aparenta ser lo opuesto: la felicidad. La cultura, particularmente la occidental, nos enseña que vinimos a este mundo a ser felices. Y que esa felicidad se compra, está afuera: en el auto último modelo, en el cuerpo perfecto, la pareja perfecta, los hijos perfectos, en la casa en el country… para generar una sociedad de consumo. Entonces, vivimos nuestra vida desde el miedo, primero por no saber si vamos a alcanzar todo aquello que nos dijeron que nos iba a dar felicidad, o por tener la creencia de que no lo vamos a alcanzar –cualquiera sea la razón–; y una vez alcanzado, por la posibilidad de perderlo o incluso por el esfuerzo de mantenerlo, ya sea a través de un trabajo que no nos satisface o porque nos demanda una cantidad de horas que le restamos a aquello que sí nos gusta, que sí vibra con nuestra Esencia. El ego vive en un estado de insatisfacción permanente, en el instante mismo de haber alcanzado un objetivo, surge el vacío por el próximo a alcanzar. Siempre está mirando el vaso medio vacío.
Entonces, hay algo a lo que llamamos felicidad –que en verdad no lo es– que depende de situaciones externas que, como anticipaba, no dependen de nosotros en tanto que, por más esfuerzo que hagamos, no necesariamente van a ocurrir las cosas que planeamos. Esto es así porque, por más que nos entusiasme la idea, NO TENEMOS EL CONTROL DE NADA DE LO QUE SUCEDE. Podemos tener la intención, podemos poner todo de nuestra parte, pero el hecho de que suceda es producto de una multiplicidad de factores que escapan a nuestro control. Por eso es que somos cocreadores: una parte es nuestra intención y acción, y la otra es la acción del Universo en función de lo que es necesario para nuestro aprendizaje y evolución.
¿Significa esto que no tenemos derecho a elegir lo que creemos mejor para nosotros? Puedo responder a esta pregunta apelando a una situación que me tocó experimentar en carne propia. Durante mucho tiempo sostuve que mi propósito en esta encarnación era formar una familia. Y orienté todos mis recursos en ese sentido, sin éxito. Durante muchos años me resistí a renunciar a ese propósito en la certeza de que era mi elección, lo que “yo” quería, en el pleno uso de mi libertad. Y a continuación, por supuesto, venían los pensamientos de injusticia, de envidia por los que sí habían podido alcanzarlo, de bronca… con sus correspondientes emociones asociadas: tristeza, impotencia, etc. Por otro lado, era muy evidente que cada vez que daba un paso hacia el lado del autoconocimiento, la espiritualidad y la elevación de los niveles de Consciencia, las puertas se abrían, aparecían las personas adecuadas, las situaciones se acomodaban sin esfuerzo, se sincronizaban, aparecían oportunidades. Y en mi interior siempre tuve esa inquietud, ese llamado. Lo sabía, lo sentía. Pero no me hacía responsable de escucharlo y, mucho menos, seguirlo. Con el tiempo y transitando este camino entendí que lo que yo llamaba “mi” propósito era en verdad el propósito de mi ego, en su afán de mantener mi vibración baja. Y cuando dejé de oponer resistencia al flujo de la Vida, al propósito de mi Esencia… se produjo la magia. Las señales eran tan claras –porque cuando estamos atentos, abiertos y receptivos las señales son fáciles de ver–, sólo faltaba que yo levantara el guante, que dejara de resistir y me entregara al flujo de la Vida. Y desde ese momento se desplegó un sinfín de sincronicidades que me trajeron hoy aquí, y les puedo asegurar que nunca me sentí tan plena y feliz como ahora. Lo que siento cuando me comparto es inexplicable, y de sólo pensar que puede servir de inspiración para una sola persona, la gratitud que siento es infinita. Cuando estamos conectados con nuestro propósito es como cuando amamos, más damos y mejor nos sentimos. Es una pulsión interna que nos empuja en ese sentido. Y es tan claro… sólo hace falta estar dispuestos a escuchar la voz interior, a conectar con nuestro Ser, con nuestra Esencia.
Aprendí una de las leyes del Universo, que tengo libre albedrío para elegir el camino que quiera, pero siempre tendré que asumir el resultado de mi decisión. Si tomo un camino que no me corresponde, que no resuena con quien realmente soy, con mi Esencia, amparándome en una falsa idea de libre albedrío, voy a obtener el resultado de ese camino… y no puedo culpar a nadie. Eso pasa cuando nos dejamos guiar por el ego. Ahora, si nos dejamos guiar por la Esencia… ahí también obtendremos los resultados correspondientes con esa coherencia. En mi experiencia, esos resultados sí valen todas las incomodidades que puede presentar el camino.
A veces se confunde resignación con aceptación. La primera implica renunciar a tomar acción para intentar cambiar lo que es, pero manteniendo el resentimiento por lo sucedido, que no es lo que elijo; la segunda implica comprender la ley que está detrás de los eventos, en la confianza de que lo que sucede es perfecto así, tal cual es, para un propósito evolutivo y de Amor.
Sin embargo, en todos estos ejemplos, si dependo de algo externo para sentirme feliz, eso a lo que llamo felicidad no lo es realmente. Puede que esos eventos me generen alegría, satisfacción, pero la verdadera felicidad es un estado del Ser, que no tiene una causa externa sino que viene del interior, por lo cual, pase lo que pase en el mundo externo, podemos acceder a ella cuando estamos en conexión con nuestro Ser. Es decir que nadie nos la puede “quitar”, porque es nuestro estado natural. Es una sensación de gratitud, entusiasmo y maravilla por la Vida y por estar vivos.
Así también, cuando estamos en conexión con nuestro Ser y en coherencia con la Vida, sentimos Paz. Esa sensación de que todo está en su lugar, aunque nuestra realidad externa no sea la que hubiéramos elegido. La Paz es la certeza de que todo es perfecto según un plan pedagógico superior al cual con nuestra mente humana no podemos siquiera vislumbrar. Es el primer beneficio –inmediato- de la aceptación, la sensación de que no tenemos que luchar, de que, así como suceden los acontecimientos, es perfecto. Y no me refiero con esto a entrar en una actitud de pasividad, sino a asumir nuestro rol cocreador con la Vida, donde en parte está nuestra energía vital puesta al servicio de nuestro transitar por esta encarnación –lo que sería la acción–, pero teniendo siempre en cuenta el marco en el cual fue diseñada nuestra experiencia. Cuanta mayor coherencia haya entre ambos, más placentero será nuestro viaje, y la Vida nos facilitará el camino.
El estado de Paz es la antesala de la Felicidad entendida como la conexión profunda con el Ser. Al estar tan condicionados por la sociedad, la cultura, nuestros hábitos y creencias desarrollados por años, el camino hacia esa sensación de Felicidad tiene muchas etapas. Pero la sensación de Paz es fácilmente alcanzable a través de la aceptación. Es por eso que cuando resistimos algo, la sensación del cuerpo es desagradable. Nos está informando que hay una incoherencia entre nuestro estado en ese momento y la Vida, pero no porque la Vida esté equivocada, sino porque nos está invitando gentilmente a vibrar en coherencia con ella, para que se abran las puertas de lo que es mejor para nuestro Ser. En cambio, cuando elegimos fluir con la Vida, la primera sensación que podemos percibir es la de Paz. Es un sistema de señales con el que vinimos a este mundo para guiarnos a través de él.
Sin embargo, en este marco de perfección el sufrimiento también es necesario, ya que su función, cuando llega a un nivel de saturación, es ser el puntapié que necesitamos para buscar algo más. Y en esa búsqueda es donde se da la posibilidad de encontrar este camino que nos conduce de vuelta a casa, que nos lleva a conectar con el Ser. Es a lo que llamamos el Despertar de la Consciencia, el conectar con esa Verdad que no necesita explicación, que simplemente se siente y que cuando conectamos con ella transforma nuestra experiencia. En mi caso, si no se hubiera venido abajo mi mundo, probablemente no me hubiera sentido impulsada a buscar, en el deseo de calmar el dolor, este camino que me trajo hasta aquí hoy, a compartir mi experiencia con vos.
Todo es neutro, perfecto y necesario para nuestra evolución, para el despertar de la Consciencia.